Llevaba semanas con esta cuña tocándome las narices varias veces al día. En Internet no he encontrado la forma de acceder a un banco de cuñas de radio, en el que buscar esta u otras, así que me armé de paciencia hasta que la pillé con la app Notas de Voz de mi iPhone el día 22, la víspera del Día del Libro.
Sería mi contribución a una celebración tan hermosa.
Para mayor cabreo y motivo de reflexión, ese mismo 23 de abril la oigo en el magnífico programa de la SER "A vivir que son dos días", que dirige Javier del Pino. Y no una vez, sino tres, en una emisión desde las Ramblas de Barcelona hablando de libros con unos invitados de alto nivel.
Así que no esperé más y me puse velozmente a elaborar esta "contracuña". Más tarde me estrenaría con los gifs haciendo uno sobre lo mismo. Torpezas de primerizo, pero salió.
Cuando comentas algo sobre la toxicidad de la publicidad te encuentras siempre una serie de respuestas estandarizadas:
"¡Bah, pero si solo es un anuncio!"
"¿Quién se para a escuchar los anuncios?"
A mí no me influyen esas bobadas
Vale, yo debo ser más tonto que la media.
Fotograma de "La naranja mecánica" (1971), de Stanley Kubrick
El caso es que el Día del Libro ya es pasado, un día de celebración de los libros y la lectura al año. Y resulta que esta, o cualquier cuña de radio o spot de TV que quieras, seguirá días, semanas, meses, cayendo sobre tu cabeza como una tonta gota de agua. Una pequeña molestia, solo eso, que es con lo que se financian los medios privados. Vale, vale.
El caso es que esta gota tóxica se suma a otras gotas, cada una de colores, sabores y toxicidad diferentes, que van cayendo poco a poco en tu cerebro hasta conseguir efectos tan perversos como los de la gota china o lo que bien saben aplicar los que tan bien verbalizó Göbbels:
"Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad"
¿Somos de verdad conscientes de que a base de repetir y repetir la publicidad moldea nuestros deseos más íntimos hacia un solo objetivo: consumir vorazmente, depredar hasta el colapso de todo?
Para ese objetivo vale todo: desde decirte que no pierdas el tiempo estudiando, como en esta cuña, hasta banalizar todos los valores y conceptos que conforman y orientan nuestra existencia: la felicidad, el amor, la amistad, ...
Termino con lo que ahora será mi muletilla hasta que un pacto educativo nos ponga en la buena dirección:
¿No debería trabajarse esto en la escuela?
¿No es necesaria una alfabetización mediática
que enseñe a valorar y cuestionar
los medios y sus subproductos?
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