En el debate sobre la publicidad y su protagonismo en las sociedades actuales, las cosas no son tan simples como pudieran parecerle a un lector apresurado de este blog.
En el otro extremo de las posiciones críticas, tenéis aquí está esta maravillosa muestra de cínica defensa de la publicidad : el artículo de Maurizio Carlotti, "Sin publicidad no hay televisión en libertad", publicado en El País el martes 9 de noviembre. No tiene desperdicio.
Este apóstol de la libertad (sin llegar al martirio, faltaría más) escribe su artículo alarmado porque la Comisión europea ha llevado a España ante el Tribunal de Justicia de la UE por incumplir las normas sobre publicidad de la Directiva "Televisión sin fronteras". Al parecer, España ha permitido que las cadenas de TV sobrepasen los límites a la emisión de publicidad fijados "para proteger (sic) a los telespectadores del exceso de publicidad en televisión".
El "sic" es del apostol liberatario, claro. Como se ve, y sin que siente un precedente, se lanza en defensa del gobierno socialista del Estado español, en su incumplimiento de la legalidad comunitaria. Y así, sacando pecho, se dirigir paternalmente a Viviane Reding, Comisaria Europea de la Sociedad de la Información y los Medios de Comunicación, para pedirle explicaciones y respuesta a algunas preguntas (esto es un amplio extracto de su artículo. La negrita es mía):
1. ¿De verdad considera la señora Reding que los ciudadanos deben de estar "protegidos" de la publicidad? ¿Es acaso la publicidad infecciosa? ¿Dañina? ¿Peligrosa? ¿Contaminante? (...) La publicidad permite que la televisión sea un regalo totalmente gratuito (al menos en el caso de las cadenas privadas). ¿Qué sentido tiene proteger a alguien de un regalo? (...)
2. ¿Le consta, señora Reding, la universal difusión en España de un artilugio de autoprotección, llamado telemando, que permite al telespectador cambiar de canal en cualquier momento que lo desee? (...)3. ¿Cómo valora en este sentido la señora Reding la comparación con Estados Unidos, patria nativa de la industria televisiva, donde la emisión de publicidad está autorregulada por el propio mercado? (...)
4. ¿No le parecería más sensato, señora Reding, gastar los esfuerzos y los recursos de la euro-burocracia en tomar medidas mucho más urgentes, como limitar la publicidad del proxenetismo y de la explotación sexual que desfigura casi toda la prensa española? ¿O poner remedio a toda forma de piratería(...)? ¿O vigilar los contenidos de pornografía infantil que inundan la Red? ¿O estudiar las consecuencias de las adicciones a videojuegos en el equilibrio psicofísico de los menores?
5. ¿Por qué, señora Reding, considera usted a la publicidad como una amenaza? ¿Sabe o no sabe que la publicidad es la aliada principal de muchas libertades? De la libertad, por ejemplo, del consumidor de elegir, informado, entre productos que compiten entre sí en calidad y conveniencia. O la libertad del ciudadano de informarse eligiendo entre decenas de cadenas privadas de televisión que no le cuestan ni un euro. (...)
6. (...) ¿qué medidas sugiere para frenar el dumping de la televisión pública española, que utiliza la financiación pública para rebajar sus precios hasta en el 40% para competir, con evidente deslealtad, con las empresas privadas?
7. Si la señora Reding admite la necesidad de la publicidad para financiar la "programación comercial", ¿cómo definiría la programación, trufada de anuncios, de las televisiones públicas españolas: programación comercial o servicio público? (...)
8. ¿Por qué razón, señora Reding, nunca y a nadie se le ha pasado por la cabeza (afortunadamente) fijar un límite a la publicidad, análogo o similar a lo que ocurre en el caso de la televisión, para "proteger" a los oyentes de la radio, o a los lectores de diarios o revistas, inundados de anuncios, o a los internautas, asaltados por banners y pop-up, o a los pasajeros de los medios públicos de transporte, obligados a viajar en autobuses que parecen caravanas promocionales? ¿Por qué siempre y solamente la televisión?(...) ¿No será acaso por eso de ser "televisiones libres", no sometidas al poder directo de la política, que en toda Europa controla las televisiones públicas?
(...) Atacar la publicidad en televisión, al mismo tiempo que no se toman las medidas de reforma necesarias para adecuar forma y sustancia de las televisiones públicas, es una forma de debilitar la democracia.
Seguramente alguien dirá que detrás de todo este bonito discurso está la codicia de los empresarios privados. Que lo digan, si lo piensan: ¡es la democracia, baby!
¡es la democracia, baby!
POSDATA
(17 diciembre 2008)
El País de hoy publica "Se busca una televisión pública de calidad", un interesante reportaje sobre lo que significa "servicio público" y lo que implicaría una televisión pública en la línea de la BBC inglesa o de las reformas iniciadas en la Francia de Sarkozy. A la vez que da cierta razón a los argumentos de baby Carlotti respecto a sus quejas sobre la financiación de las cadenas públicas, plantea con fundamento lo que significa un "servicio público" en un Estado democrático y social, frente al cinismo liberal del apostol mediático.
Claro que sin publicidad hay libertad. Es más, sin publicidad habría mucha más libertad.
ResponderEliminarDurante casí 10 años trabaje en varias agencias de publicidad, hace 6 volvía a al enseñanaza, asqueada de cómo se manipula desde los medios a los consumidores, como se les crean necesidades ficticias desde una temprana edad. Tengo 2 hijos pequeños, ven televisión, pero nunca anuncios, todo previamente grabado al igual que yo que sólo los desde un punto de vista técnico, con la radio existen los podcast que no llevan publicidad y si la llevan pudes pasartela.
La pena es que desde los centros escolares no se trabaje más los mass media y su influencia.
Gracias, amigo anónimo, por tu valioso comentario, escrito por alguien que conoce desde dentro el negocio. Los defensores del "liberalismo publicitario", los del quimérico "autocontrol" envuelven sus argumentos como los productos que promocionan, con aditivos-palabras como "libertad", "democracia", "independecia", etc, que actúan como la tinta del calamar, escondiendo los dos principios básicos del negocio: "todo vale" (salvo lo que impide la ley) y "cuanto más beneficios proporciones, mejor, independientemente de efectos secundarios (promoción de estereotipos degradantes, de consumos nocivos como el alcohol, etc.)"
ResponderEliminarEl problema, reconozcámoslo, es que las alternativas son tan difíciles y complejas como necesarias, y más si buscamos alternativas globales y radicales.
Es la reflexión que quería provocar.