Ya hemos traído aquí repetidas veces un tema consustancial al contenido de este blog: la importancia del
punto de vista. Como las
imágenes de reproducción mecánica (fotografías, vídeos) se parecen tanto a la
realidad, es muy fácil caer en el error de confundirlas o identificarlas. Nunca serán pocas las veces que nos repitamos lo de
"Esto no es una manzana".
Cada uno miramos a la
realidad desde
nuestra realidad, una lente marcada por el color de nuestra subjetividad y enfocada según nuestras intenciones de cada momento.
Cuando hablamos del
emisor en los
medios de comunicación tenemos que hablar siempre en
plural: no está sólo el
fotógrafo o el
camarógrafo. Hasta que una foto llega a la
portada de un diario ha tenido que pasar por muchos
filtros y controles, desde el
jefe de sección, hasta el
redactor jefe y el
director, pasando por el
maquetador y el
redactor del pie de la foto.
Para que un
fotógrafo consiga que su foto llegue a la portada de su diario, a su propia subjetividad ha tenido que incorporar, como un
controlador o censor interno, la
lente ideológica del diario para el que trabaja.
Veamos todo esto en las fotografías que traen hoy estos dos diarios opuestos en su
línea política partidaria.
La de
El País entra en el juego representativo del ritual. Es una fotografía con un punto de vista tan protocolario como el acto en sí. Con ella se subraya el ambiente de cordialidad y el
perfecto funcionamiento de las instituciones democráticas en un relevo de poderes.
La del
El Mundo tiene, sin embargo, mucha más "miga". Han seleccionado su foto seguramente pensando primero en el
titulillo del pie (
"El nuevo ministro exhibe pedigrí republicano"). Se busca evidentemente la contradicción entre los dos mensajes, el
verbal y el
visual.
Ha debido ser el
maquetador, quien, siguiendo instrucciones, y a costa de desequilibrar la
composición de lo que seguramente era una fotografía tan ritual como la de
El País, ha dado protagonismo a la figura del rey, consiguiendo que parezca estar observando la escena desde el cuadro de la pared lateral. Con ello se ha cargado la imagen de una
notable complejidad.
Hasta el
nivel de iconicidad de la imagen adquiere importancia para configurar el mensaje: la figura del rey en un sistema democrático es más aparente que real, tiene mucho de ficción y representación (aquello de "el rey reina, pero no gobierna")
Luego está, por supuesto, la
propia realidad del lector, quien lee e interpreta la imagen desde su propia realidad. No es casual que busque un
punto de vista similar al propio y se decida por un diario u otro buscando
una reafirmación interpretativa de la realidad.
El nivel de la
libertad de expresión se mide precisamente, no por una quimérica
"objetividad", neutral y aséptica, sino por la
riqueza en la variedad de los puntos de vista, permitiendo el contraste, el complemento o la contradicción.
Si te vas al
kiosko y miras las portadas del resto de los diarios, podrás valorar la
pobreza en la variedad de la información de nuestro país. Un buen espejo-retrato de la (discutible) calidad de nuestra
democracia.