Éstas son las portadas de El País y ABC del miércoles 8 de octubre. Te propongo que las analices y compares las imágenes presentes en su uso al servicio de la información. Ten en cuenta lo que las dos noticias en común: el traumático problema de las migraciones, en un caso forzadas por un problema político, y en otro por uno económico. ¿Qué respuesta (emotiva) provocan en el lector?
PD.
El martes 14 ABC, en contraste con la de imagen de arriba, humaniza su portada. A cada uno lo suyo. Nos sirve, a la vez, para comprobar de nuevo la tremenda importancia de la imagen de los niños para humanizar situaciones. Berlusconi, por ejemplo, no pondría esta portada en sus diarios.
Debo decir que mi primera impresión al ver la portada de El País fue que la foto era de una gimnasta menor de edad que no se había lavado, mientras que al ver el ABC pensé en un grupo de Rap. Debe ser que tengo la cabeza en otro mundo, pero luego vi que ambas noticias iban sobre inmigración. Buscando excusas a mi comportamiento, creo que en la primera foto (y en la segunda también, pero menos) falta un contexto para la foto: un primer plano de la cara de una niña guapa no trasmite la idea de una huída, aunque esté sucia. Por lo menos a mi me falta contexto. Y la segunda, por la colocación de los fotografiados (unos al fondo, otro en primer plano), las posturas, la inclinación de la foto... en serio, me parece una foto promocional de un grupo de rap.
ResponderEliminarTengo una mente perversa.
Jaja. Lo que yo veo en la de ABC, más allá de ese rostro en primer plano, es la presencia del otro como oscura amenaza, mientras que la belleza y vida del rostro de la niña de El País me lleva a humanizar y dar presencia a cada uno de esos 300.000 refugiados.
ResponderEliminarTu lectura, da-beat, tan diferente de la mía, pone en evidencia el papel del receptor en la comunicación audiovisual. Ya puede el creador de la imagen (o la portada del diario)tratar de amarrar el sentido cuando crea o publica una imagen, que aún queda el lector que la lee y la interpreta condicionado por su propia subjetividad.
Nadie vemos de la misma forma las mismas imágenes, de la misma forma que cuando salimos del cine cada uno ha visto una película diferente.
Es precisamente esa volatilidad del sentido e inconsistencia del código lo que lleva a muchos a cuestionar la comunicación audiovisual como un lenguaje.