Portada del trabajo que tienes más abajo
Robert Guérin no era crítico con la publicidad. Todo lo contrario. Este periodista deportivo, además de fundar la FIFA, convirtiendo el fútbol en un negocio de masas, es autor de esa frase que desde siempre hemos venido citando los que hablamos o escribimos de estos temas.
Y, bueno, este señor vivió entre 1856 y 1952. La publicidad como hoy la conocemos estaba, digamos, eclosionando. Nada que ver con lo que es hoy, en una época dominada por un capitalismo financierizado, que de la mano de la doctrina neoliberal, se ha enseñoreado de cuerpos y espíritus, de todo el universo de expectativas, deseos y horizontes que nos definen como personas. Ha conseguido que pocas actividades queden al margen del mercado y sus lógicas: competencia/Intereses privados/máximos beneficios. Como en la selva más hostil para la vida buena, esta dictadura ideológica nos empujan a todos a competir con todos para ser/tener más.
La publicidad tiene en esto una función fundamental. Es ella la que lubrica los flujos del sistema y alicata con violencia blanda nuestros cerebros de estos principios para hacer de nosotros egos adolescentes, irrefrenables y de cortas miras. Nada sería igual si su labor de gota a gota, pum/pum/pum, remachando, machacando siempre las mismas ideas como radiación de fondo en todas sus creaciones.
La frase de Guérin tiene, por lo tanto, más actualidad que nunca. Solo tiene en este siglo XXI un problema: que se ha quedado ya demasiado corta como metáfora. De la misma forma que el oxígeno es parte esencial de nuestro metabolismo corporal para producir la energía que nos permite vivir, la publicidad se ha convertido, a su vez, en parte esencial del metabolismo social, empaquetando los deseos, sueños y expectativas que orientan nuestro comportamiento.
Paremos un momento. Silencio. Cerremos los ojos y pensemos en un mundo sin esa publicidad que envuelve como el aire nuestras vidas...
No es fácil, ¿verdad?. Nos pasará, al menos, como cuando cerramos la boca y no respiramos, que nos damos cuenta de que estamos sumergidos en el aire.
Es posible también que seamos capaces de atisbar otra realidad muy diferente, con otro "sentido común" y otros anhelos y expectativas. Una alternativa vital, económica y social, que se sitúa al otro lado de ese muro de gominola que nos ciñe blandamente, nos establece el "sentido común", y nos encauza el deseo.
Veámoslo con estas diapositivas de la presentación que viene más abajo, y tratemos de llenar esos globos de pensamiento:
A mí se me ocurrieron esto, y soy consciente de que no me resulta fácil pensar desde el otro lado.
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